Tengo miedo. Hace tanto que no lo veo, que no nos miramos a los ojos, que no miro por la ventana buscando un espacio donde esconderme mientras él me mira a los ojos y habla, poniendo atención en todo lo que no quiero decirle.
Me veo subiendo la escalera hasta el quinto piso porque nunca confié en los ascensores. Primero me dirijo a ella y la saludo, pero nunca parece acordarse de mí, me dice que lo espere y eso hago, retraída y minúscula, tratando, sin suerte, de esconderme en mí misma, como si con cada peldaño que subo mi valor se fuera quedando dos peldaños más atrás. Tiemblo un poco cada vez que escucho el rumor de una puerta que se abre y no es la suya. Hasta que alguien sale en silencio y es mi turno de entrar.
Ha pasado mucho tiempo, no se debe acordar de mi nombre -pienso- ha pasado demasiado tiempo, ojalá haya olvidado que hicimos un compromiso, igual que yo olvidé que iba a cumplirlo. No sé si me anime a hablarle sobre mi viaje, o si quiera escucharlo, no sé si sea capaz de decir lo que necesito, lo que me trae de vuelta al lugar del inicio...