Esa vez que los vimos en la playa creo que hacía tanto frío como hoy... El invierno más crudo y ellos no tenían frío. Ella tenía las manos tan heladas, aún dentro de sus guantes verdes. Pero eso no importaba. Sólo importaba el mar, la noche próxima, el viento. Sólo importaban ellos que a penas se conocían y sin embargo, nunca fueron extraños.
El agua marina se sentía dentro de ellos. Las olas ya rompían en su interior. Desde mucho antes de ver el mar. Desde que ella lo miraba conducir, con miedo y desconfianza de sus habilidades de conductor en esa carretera boscosa y acuática. Tan pura y a la vez tan agreste.
Después, la noche y un lugar desconocido. Tomaron café y se asustaron con historias de fantasmas.
Ellos nunca cruzaron ese puente. Cada vez que paso los veo en el mismo lugar. Detenidos en otra atmósfera, invulnerables y eternos. Con la inmortalidad de la naturaleza. O con la irrealidad de la física cuántica. Con el mismo viento raro de ese lugar de cruces obligados que nunca son iguales. Donde solemos ver a las mismas personas de siempre y a tantas otras que se ven sólo una vez en la vida. Por suerte. Por el destino. Por azar. Por el amor.
Quiero que vayamos a la playa otra vez. En un día frío. Tan frío como hoy y tan cálido.
Quiero que vayamos a la playa otra vez. En un día frío. Tan frío como hoy y tan cálido.