14 dic 2010

Hay un lugar donde van todas las cosas perdidas



A veces hay que olvidarse de sentir, para poder seguir el ritmo brutal del mundo. ¿El problema? No puedo. Siempre queda un espacio, una grieta oculta por donde suele colarse un sentimiento sin ser visto, hasta que ya es lo suficientemente grande como para ser extirpado sin dañar los tejidos que lo rodean. La vida es simple y drástica: salvarse o morir.

Nunca me dijo nada, me vio llorar frente a todos y me abrazó antes de volver donde estaba ella. No dijo nada y simplemente me fui lejos, al único lugar capaz de salvarme de la vida real. Desde allí lo vi enamorarse de otra, matando en mí todo amor y respeto, ensuciando sin remedio lo único puro. Era diciembre hace tres años, había tardes como estas, días llenos de sol y angustia. Una temporada de fiestas donde yo no era bienvenida e incluso fui olvidada. Él nunca habló, pero me empujo a lo incierto obligándome a recordar cómo se sentía el vacío.

Pensé y me prometí que nunca le causaría un dolor como ese a nadie, que no era justo, que lo peor siempre es el silencio y no poder negar lo que es evidente. De todos modos yo no estaba preparada para confesiones y él no estaba preparado (nunca lo ha estado) para la sinceridad. La conversación se desvió hasta que no hubo más remedio que terminar con las suposiciones. El placer de descargar la conciencia se mezcló con el dolor profundo de no poder evitarle a él la tristeza, curiosamente la misma, de la misma forma, en la misma época en que fue mi turno sufrir por causa suya. Aunque pareció comprender y me negó la posibilidad de sentir culpa, vi sus ojos y recordé mi promesa, y lamenté que no sirviera de nada, si finalmente el dolor es dolor y no importa el tiempo ni la forma ni las razones.

Salimos de ahí y caminamos entre la gente concentrada en las compras de navidad y el sonido de los villancicos complementando las escenas de un drama bizarro y mal hecho. No volvimos a hablar porque ya todo estaba roto. No importaron los exámenes ni los premios ni los perritos que regalaban en la plaza. Hablamos del psiquiatra y sus recomendaciones que nadie tomaría en cuenta, ni yo, ahora al menos. Él dijo que no creía en la palabra del psiquiatra, yo le dije que tampoco, pero que no tenía más opción, que finalmente esto era la vida: la ilusión de creer en algo.

Después lo abracé y me fui, sabiendo que lo vería quizás muchas veces, pero que desde hoy para él yo ya no era más la misma. Avancé media cuadra y volteé para verlo contar sus monedas antes de subirse a la micro nueve y desaparecer. Sólo un segundo y continué sin querer pensar en nada. Crucé el puente con los ojos tirantes por el viento y las lágrimas, sola otra vez bajo una tarde vacía, del color de los restos de sol apenas tibios, del color que tienen las cosas cuando pierden la vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que estupendo texto, me encantó en serio, precioso.
Yo creo que el dolor no siempre se puede evitar, existe, hay que sufrirlo y dejarse sanar por el tiempo. Aún así tu intención era buena y eso seguro lo alorará. Un beso enorme. muá :)

Anónimo dijo...

hola =)
te encontré de chiripazo y me encanta como escribes... te leo bien seguido, pero nunca comento nada. quería que lo supieras :)
eso. nada más
Venancia.

JGV dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Demian Haller dijo...

Hola!
Me ha gustado mucho lo que he leído, me he sentido un poco comprendido, aunque como dices tu soy un citadino, aunque si lo llevara a la practica pase casi todos mis veranos en el campo, pescando con moras y maíz, subiéndome a un sauce desde donde me arrojaba al mas esplendido de los esteros que en mis sueños he purificado, comía duraznos desde los árboles, y tantas otras cosas...por eso creo sentirme un poco comprendido con tu texto, solo un poco..pero te aseguro que el futuro sera nuestra proximidad, los incomprendidos encontraran el lugar...
saludos desde algún ricon gris de mi Santiago querido

Luthien dijo...

Gran texto, involucra, toca y nos hace empatizar con el dolor de aquella muchacha que ya bebe del caliz que ignifica la vida, sufrimiento.