14 jul 2011

El final de nuestra historia en la pantalla de un cine.


Hay películas que nadie entiende
y otras de las que nadie sale sonriendo.


Sabía que no había mucho que se pudiera salvar, pero separarse todavía era muy difícil. Era octubre y había llovido demasiado, me entretuve en el trayecto fotografiando los caracoles que parecían haber invadido el campus o, al menos, eran los únicos que lo habitaban el domingo por la tarde.

En la pantalla, una pareja terminando la historia de su amor, en una ciudad que a ratos se hacía sospechosamente parecida a la nuestra. Una conversación en el supermercado. Escapar de una fiesta. Miradas mudas que lo dicen todo. Un reflejo en la ventanilla de un auto. Las luces de un puente. Sonando "Patio XXIX". Todo lo que cabe dentro de una noche. Y finalmente, el amanecer, portando el incierto final a orillas de un río cuyo curso podría también haber sido este. Historias que terminan cuando termina la noche. Algo que no vuelve cuando vuelve el día.

Las luces del cine se encienden despacio, dan tiempo para secarse las huellas del llanto que, como hilos de caracol, brillan en el rostro. Al salir de la función de las cuatro las parejas adultas caminan del brazo y se dirigen a sus autos. Nosotros en silencio caminamos lento, algo como un eco adentro se traga las palabras. Tengo cuidado de no pisar los caracoles y de esquivar los charcos de agua.

Lloré en la puerta de entrada y él se fue, como se fue tantas veces diciendo que era la última. Siguió lloviendo mucho, no quise abrir las cortinas, me metí en la cama y descargué el soundtrack:

Lo bueno de llorar.



1 comentario:

Demian Haller dijo...

Hola!disculpe que no tengan mis letras relación con lo que aquí usted expresa, es solo un mal sentimiento, el de no poder cambiar nada, de no tener la vida si quiera en un borrador, mal es que el sol y no se pueda ver, tal vez todo lo mio se parezca en algún "quizás" en algo a un alguien , extremadamente solitario, que de noche emprenda la pesada tarea de contar las estrellas
Slds.